Para que unos tengamos la oportunidad de vivir en nuestros pueblos, nos tienen que dar oportunidades para elegir quedarnos. Pero no solo quedarnos sino quedarnos y crecer, que es algo muy distinto.

 

Aplaudimos y valoramos a aquellos jóvenes agricultores que apuestan con pasión y vocación por quedarse para, en la mayoría de los casos, continuar con la labor de sus padres y madres. Ellos son el verdadero futuro de nuestros pueblos, entendiendo que estos no terminan en las calles asfaltadas sino que continúan por los caminos de tierra. Tienen un gran sentido del trabajo, la dedicación y el sacrificio.

 

Lo que nos trae hoy aquí es la última sentencia de la Audiencia Nacional en la que declara nula la resolución por la que se aprobó el proyecto del embalse de Mularroya. La razón: la falta de un documento. Eso ha dado pie a que, una vez más, por parte de algunas personas y colectivos la necesidad del pantano se ponga en tela de juicio y que nulidad se asocie a ilegalidad, cuando no lo es. Las obras no han sido paralizadas y hay caminos y alternativas que nos lleven a la mejor solución para todos.

Porque de una obra que ya se ha ejecutado más del 70% y en la que se han invertido 130 millones de euros, ¿cuál sería el coste de paralizarla? ¿De qué manera nos beneficiaría como ciudadanos? ¿De qué serviría? Pensar ahora en parar algo así, insistir en ello, solo demuestra un empeño movido solo por una razón: el sí porque sí. Sin pensar en nada ni en nadie más.

El embalse de Mularroya es necesario.

Es necesario porque es nuestra oportunidad de crecimiento en el presente y en el futuro. Vemos en muchas ocasiones como en las Cortes de Aragón salen adelante Proposiciones no de Ley para “instar” al Gobierno central a apoyar o reconocer la ganadería extensiva, la agricultura, los modos de vida del medio rural… No hay mejor oportunidad que esta para insistir en la importancia de un proyecto como el de Mularroya.

 

En nuestra zona hay una evidencia, y es triste, pero cierta: Solo hay que buscar y seguir las zonas de cultivo para encontrar junto a ellas las zonas más dinámicas, con más población y, lo más importante, más jóvenes. Los árboles no son los únicos que echan raíces ni sus frutos lo único que crece. En estos tiempos en los que la palabra despoblación está en boca de todos y la pandemia ha demostrado que la producción de alimentos es algo esencial, apostar por el desarrollo agrícola es más estratégico que nunca.

 

 

La agricultura es aquí motor de empleo, directo e indirecto, tanto masculino como femenino. Es además una agricultura muy dinámica, tecnificada, innovadora y exportadora, que no reposa en subvenciones y que tiene un perfil de agricultor mucho más joven y cualificado que la media del sector. Los fruticultores son, más que agricultores, empresarios agrícolas.

 

El impulso que supuso en su momento el embalse de la Tranquera es lo que ayudó a que hoy la actividad agrícola de Valdejalón sea lo que es. Pero hoy, décadas después, hay que dar un paso más, hay que seguir avanzando. Otra de las palabras que está en boca de todos es “competitividad”. Si se quiere hacer del campo una fuente de riqueza, empleo y futuro es necesario darle las herramientas y las posibilidades de ser competitiva.

 

En Valdejalón, y en concreto en La Almunia, el Producto Interior Bruto se reparte casi por tercios entre los tres sectores: agricultura, industria y servicios. Pero tanto la industria como los servicios son muy a menudo auxiliares de la agricultura. En cualquier caso, unos dependen de otros y, en este caso, Mularroya también es esencial para garantizar un suministro de agua para la industria. Por no mencionar que, como otras construcciones similares, se puede convertir en un atractivo para atraer nuevos turistas y visitantes.

En muchas ocasiones se alude al desarrollo sostenible. Pero, ¿Qué es el desarrollo sostenible? No es otra cosa que el equilibro de una balanza de tres brazos: lo económico, social y lo medioambiental.

La defensa del medio ambiente es una prioridad para todos. También para los agricultores, que viven de él. Defender Mularroya en ningún caso es ir contra el medio ambiente. Los embalses son obras de regulación de los ríos y regular el agua es luchar contra la sequía, el estrés hídrico y el cambio climático. En nuestra zona, esa regulación del agua, así como los pactos por su uso, vienen de lejos, de muy lejos. Los acuerdos entre pueblos vecinos datan de siglos. El agua se regula con azudes, con acequias, con brazales… Y su uso se pacta. Y los pactos se respetan, siempre. Y Mularroya es una obra incluida en el Pacto del Agua de 1992.